Alegoría a las bestias del insomnio
En tus sueños,
en tus ojos,
he visto el resplandor
de mil nuevos mundos
transformados en cenizas
por los ruines verdugos
de la libertad.
En mi ser interior
he intentado construir
las pautas, los compromisos
con los que llenar de bondad
al mundo,
y siento que he fracasado,
que me han hecho fracasar.
Aún hay un rubor secreto en mí,
muy secreto, que me hace soñar
con nuevos horizontes,
pero las pautas a seguir
casi por completo han desaparecido.
En mi secreto guardo
la sabiduría que he conseguido recopilar
durante años de sufrimiento y dolor,
que guardan la sinfonía
de mi querer:
la redención de los seres vivos.
Hoy en el Universo
se escuchan cantos de ballenas
que me hacen sentir
el ardoroso deseo
de continuar hacia delante
peleando contra un destino
que se me antoja trágico y abominable.
No he perdido todo,
el aclamado ángel de luz
vino a recordarme
que se pueden hacer mil revoluciones
siempre que yo guarde el secreto
de regalarle a todo momento
una sonrisa,
un te quiero,
una caricia.
¡Lúzbel!
¿Cuánto te costó a ti
acomodarte a los infiernos?
¿Cuánto tiempo acostumbrarte
a tu rostro horrendo?
Hoy no he hecho más que
empezar a sentir,
empezar a abrir la mente
a nuevos recuerdos,
a nuevas sensaciones
que, estoy seguro,
harán volar mi imaginación
más allá de los mares de plata,
más allá de los bosques color esmeralda,
más allá de los confines de este mundo...
En una sonrisa,
en un latir,
en una despreocupada caricia,
así empiezo a vivir de nuevo.
Subjetividad compartida
Si es sentir
el vivir,
no sorprenderá
a nadie
que las emociones
muevan al mundo;
y no entiendo
como puede ser
que un mundo sensato
se encierre, simplemente,
en ecuaciones,
tablas y diagramas,
que no den ningún valor
a la emoción.
Es querer para mí
que no se separen
razón y emoción
pues somos seres sentimentales
y a eso hay que darle valor.
Quiero escribir estas lineas
para que se una ciencia y emoción
de la que nuestro pensamiento
está divorciado
y el individuo
totalmente atomizado.
Es más:
me gustaría que aflorasen las leyendas
sobre relatos sobre la materia oscura
y que fuesen colectivas
para despertar, así,
nuestro mundo interior
en compañía y disfrute
de la colectividad
y de la experiencia compartida
más allá de cualquier control.
¿Cómo amar a un hombre?
¿Cómo?
¿Cómo se hace?
Perdido en tus brazos,
recostado en tu pecho de hierro,
así suspiro un día más
por sentir tus besos.
El honor de las injurias
Es el destino
el de la fría voz
el de sentirse lejos
de esta muchedumbre voraz,
¡atroz!,
que se desliza a lo largo
de este desdén bochornoso
que me destapa la sesera
y echa a freír mis sesos
en la lumbre del infortunio
a recordar ese nombre,
el de ese documental:
El honor de las injurias.
La voz de Dios
Sólo es un resquicio
de un recuerdo,
pequeño, vago...
El recuerdo de un niño,
de un niño tranquilo, callado.
Ese recuerdo
se me presenta como una voz,
profunda, masculina,
que me hace preguntas,
y la última pregunta
resuena en mi mente
y me deja sin respiración:
“¿juras no traicionar
a Dios por encima
de todas las cosas?”
Hoy pienso que, quizá,
fuese una alucinación,
pero,
¿y si no?
FIN
Nota final: “Hacia la leyenda de los gorriones”.
A muchos de vosotros, queridos lectores y lectoras, os habrá sorprendido que el final de este poemario haga una reflexión acerca de Dios. Sí, muchos de vosotros ya me habréis rechazado pues no sois creyentes, pero os he de confesar que yo, al menos en lineas generales, tampoco lo soy... Mi pensamiento es bastante agnóstico tirando a ateo ya que ninguno de los dioses existentes me convence y menos aún las religiones (al menos las mayoritarias).
Para mí las religiones son una de las mayores lacras de la humanidad, son entes que destruyen los espíritus (sea lo que sea eso) de las personas y lo sé porque lo he visto reflejado en una de mis amistades. Por eso no soy partidario de las religiones.
Pero lo curioso es lo que me sucede a mí: desde esa primera voz en mi cabeza que me hacía jurar no traicionar a Dios, mi encontronazo “mental” con un ejercito invisible fuertemente organizado y también jerarquizado como son los “jachisinos” (sus rangos iban desde el simple “Capellán” hasta el poderoso “Omega Dey”) que por cierto al menos en lo que yo conocí eran republicanos, hasta encuentros con espíritus e incluso con extraterrestres... Podéis tomároslo como queráis, podéis tacharme de simple esquizofrénico o incluso de reaccionario, para mí eso no me importa.
A mí lo que me importa es que (si no habéis llegado ya) lleguéis a no dar nada por sentado, a que os cuestionéis constantemente cada cosa que os pase en la vida y cada principio, dogma o idea que se os pase por la cabeza y que lleguéis a tener un buen talante crítico; pues, pienso yo, que con la simple aceptación de lo que tenéis delante nunca podremos conseguir la libertad.
Otra cosa que quería consensuar con vosotras y vosotros es el tema de como estoy convencido de que, al menos, muchos de los problemas que se achacan hoy al individuo, en realidad, son problemas colectivos, y de una forma colectiva han de ser tratados. Por eso mi invitación está en el revivir el llamado “mundo mágico” considerando este mundo como un poso de saber colectivo que la Ilustración y, precisamente, la religión católica se encargaron de eliminar.
Para mí es obvio que existen multitud de misterios a nuestro alrededor que, al menos de momento, no podemos resolver, empezando por el qué es la vida y toda la metafísica habida y por haber, y ahí es donde para mí entra la experiencia subjetiva, es donde entran los cuentos, las leyendas, la poesía, y es ahí donde entra el imaginario común, que es el que debemos alimentar. Yo estoy de acuerdo con Bécquer: “mientras haya misterios sin resolver, habrá poesía”.
Al final espero que este poemario y estas lineas os hayan hecho reflexionar, ser más críticos con lo que tenéis a vuestro alrededor e incluso, si es posible, ser más sabios. Para mí sería todo un logro que todo mi “cacao mental” hubiese servido para algo. Desde aquí sólo me queda deciros una cosa: ¡salud y anarquía!
-Richie punk-