Sin poder escribir un poema
que realce la belleza
de una noche en tus laderas
cuando el silencio es vida,
tumbaditos al lado de la hoguera
desnudos
contándonos las pecas.
Me meto en la cama,
los aullidos no cesan
no hay descanso en la estepa,
los lobos aprietan los dientes.
Si me exilio que sea entre tus brazos,
pero antes hay que echar a los fascistas del barrio.
La montaña espera,
inmóvil,
a los guerrilleros que la protejan.
Espera,
la noche
en que la Luna baje
y los aullidos cesen.